Aquí cada pequeño motivo de alegría se convierte en una celebración. Hoy he tenido la suerte de asistir a la ordenación de dos sacerdotes en nuestra parroquia. Durante toda la semana ha habido mucho movimiento por aquí, con las preparaciones, pero la ceremonia ha superado todo aquello que yo podía esperar. No sólo porque las canciones están tan impregnadas de alegría que es difícil parar los pies para no acompañarlas. Sino porque el momento más extenso de la misa ha sido sorprendente: el ofertorio.
Durante casi quince minutos, cerca de doscientas personas han ido desfilando por el pasillo de la iglesia, ofreciendo presentes a los dos nuevos sacerdotes. Y eso que uno de los curas ha intentado ponerle puertas al campo, pidiendo a la gente que dejara esas ofrendas para otro momento. Pero esta gente, en momentos de alegría, no entiende de formalismos. Y uno tras otro, han ido llevándoles regalos de todo tipo: frutas de todo tipo, huevos, agua, arroz, vajilla, dulces, hasta cajas de detergente y botellas de friegasuelos. Todo un derroche de gratitud que simboliza lo que representa la iglesia para este pueblo.
Y eso que el comienzo no prometía mucho. El arzobispo ha llegado como lo haría una novia a su boda: de blanco, y una hora tarde. Pero eso no importa, porque aquí el tiempo corre de otra manera.
Anoche estuvimos cenando con uno de los que se ordenaban y, a pesar de estar un poco nervioso, Clemente mostraba una seguridad en su decisión que nos transmitía en forma de paz a los que con él estábamos. Ojalá se mantengan esas sensaciones a lo largo de su vida.
Y nada más empezar la celebración, ha cruzado la puerta de la iglesia un pasacalles de lo más particular. Con djembés y panderetas, un grupo en el que los hombres iban vestidos de mujeres, y las mujeres de hombres. Si estuviese en España pensaría que era una despedida de soltero, pero aquí no me pega tanto, así que tendré que enterarme de qué era eso.
Pero ya veis, que aquí todo el mundo encuentra un motivo para celebrar, y la sensación que llega al que lo ve desde fuera no es que se celebre un acontecimiento concreto: es que se celebra la vida. Eso que en nuestra “desarrollada” Europa, a veces nos cuesta tanto entender.
Ayer estuve hablando con uno de los salesianos, y he quedado con él para ir mañana a celebrar la eucaristía en algunos pueblos de los alrededores. Dicen que la realidad de estos pueblos es muy distinta a la ciudad, así que toca abrir bien los ojos, y ponerse en modo esponja. Porque aquí uno se puede impregnar hasta límites insospechados.
Hola Jorge.ves que no hay nada como esperar.En una semana y ya has quedado con el salesiano para hacer lo que la hermana te contó. Ya veras como en dos meses te da tiempo a hacer no una sino mil cosas que te enriquecerán una enormidad. esperamos ansiosos el relato de mañana. El de hoy chulisimo.
ResponderEliminarun beso
A ver si me da tiempo a contaros qué tal. Eso será que hemos llegado a tiempo de ver la final. Como no sea así, lo mato... No, en principio volveremos pronto, así que no hay problema.
ResponderEliminarbesos
eres el jefuchi.por aqui nos hemos enterado que la bbc necesita reportero con urgencia. hemos mandado tu blog y estan encantados con tus relatos. repito: eres el jefuchi j.d.
ResponderEliminarhola guapo k tal te va por allí?espero k muy bien...k esta siendo una experiencia inolvidable.l pudisté ver el partido?k tal se vivió por allí.?aki una pasada...mogollón de ambiente,,,con pereza de irnos en lo mejor...jejebueno ya nos irás contando más cosillas..bs cuidaté
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