Lo de hoy no es un relato cortito. Me he explayado escribiendo. Así que os aconsejo que no lo leáis si no podéis dedicarle 7 minutitos seguidos. Creo que si no, se pierde un poco la esencia de lo que os cuento.
Como os dije ayer, por la tarde estuve dando un paseo con Edmundo, el profesor, y Jesús, un amigo que acaba de llegar después de varios años en España. La historia de este hombre os la contaré también otro día, porque tiene lo suyo. Por la tarde, a eso de las 4-4.30 fuimos a dar un paseo por Ela Nguema, el barrio del que os he hablado otras veces. Pero esta vez, al ir a con gente, he podido ir más allá de las calles principales. Y ver más de cerca cómo se vive.
Aquí la vida corre más despacio. Todo es más tranquilo, y es normal ver a la gente sentada en los porches de las casas. La planificación urbanística solamente llega a las calles más importantes, y aunque si uno ve un plano de Malabo, ciertas zonas le pueden recordar a la cuadrícula que es Barcelona, en el interior de las manzanas los caminos se convierten en auténticos laberintos, donde uno sortea las fachadas de las casas para ir avanzando. Aún así, se está invirtiendo en algunas infraestructuras, ahora mismo se está colocando el alcantarillado, y en algunas zonas se soterran los cables de la luz, que normalmente cruzan de lado a lado por el aire. Pero no todas las casas se pueden permitir el acceso a la luz.
Al ir paseando, nos llamó un amigo de Edmundo y Jesús. Nos invitó a pasar a su casa y nos ofreció una cerveza de esas que rara vez faltan en las casas guineanas. Y allí, en torno a una gran televisión que asomaba por ambos costados de la mesita, estuvimos viendo las celebraciones de España por el canal internacional, y charlando de nada trascendente. Aunque no pasamos más allá del salón, la casa parecía cómoda y relativamente amplia, a pesar de que el servicio no sé si es que estaban fuera, o si había que ir a casa de la vecina para usarlos, pero dentro de la vivienda no estaban.
Volvimos al colegio, para que Edmundo diera su clase de la tarde, y después quedamos en encontrarnos de nuevo a partir de las 7.30 con Jesús en su casa, en Niumbili. Todo el mundo reconoce esa zona como la más desfavorecida de Malabo. De hecho, el consejo de Jesús fue “Ponte buenas zapatillas”. Y no le faltaba razón.
Quedamos en el colegio con otra chica que vive en la zona para que nos llevara. Y es que si el interior de Ela Nguema era un laberinto, el de aquí no os quiero ni contar. De noche (aquí anochece a las 7), en algunos de los callejones que no tienen luz, no se ve nada. Y cuando digo nada, es nada, hasta el punto que la que hacía de guía tenía que ir iluminando con el móvil, para no tropezar con las piedras y escombros que hay por el camino, o no meter el pie de lleno en un charco. Por momentos me sentí como el chico blanco que entra en el Bronx, llamando la atención de todo el mundo que me cruzaba. A lo largo del camino principal que recorre el barrio, se alternaban a ambos lados las casitas que tenían luz, con las que iluminaban tenuemente los porches con velas de cera, o con una variación de las lámparas de aceite, alimentadas éstas por gasolina. Y mucha gente por la calle. Bares, abacerías (tienditas donde venden de todo), y hasta farmacias, junto con muchos puestos donde la mujer de la casa cocinaba todo tipo de comida en el porche, para vendérsela a aquellos que pretendían cenar. Una escena tenebrosa, que si no hacía que me temblasen muchísimo las piernas (sino solamente un poco) fue por saber que en esta ciudad no hay problemas de seguridad, y que iba acompañado por dos locales, que saludaban a conocidos cada cinco pasos. Tienen una capacidad innata para identificar caras conocidas a pesar de la oscuridad, más aún teniendo en cuenta que aquí la piel ya es de por sí oscura.
Y así llegamos a la casa de Jesús. “Esta es mi chabola”, nos dijo al llegar. La mayoría de las casas estaban construidas con tablones, pero con buena presencia. El interior también estaba cuidado, por lo menos éste en el que vivía una familia con dos hijos. Y allí, en un salón de poco más de 13 metros cuadrados, estábamos diez personas, en torno a una televisión, y alumbrados por una bombilla cuya intensidad subía o bajaba según los antojos de la precaria red eléctrica. De nuevo, en torno a la victoria de España en tve, y discutiendo con los hombres que allí había sobre el desarrollo del mundial. A mi lado, Daniel, el hijo pequeño del matrimonio, que miraba la televisión hipnotizado. A veces los ídolos deportivos traspasan todas las fronteras posibles.
Según llegamos, Jesús mandó a Javier, su hijo mayor, a buscar unas cervezas para los invitados, y allí estuvimos largo rato. Cada vez que entraba alguien a la casa y veía un blanco ahí sentado mudaba la cara, pero siempre con expresión de sorpresa, nunca de rechazo. Y entre “pichi” (uno de los dialectos que hablan aquí, que es un inglés mal hablado) y español, pasamos un rato conversando. No os puedo negar que llegó un momento en que me sentí incómodo, y pensaba “Edmundo, vámonos ya”.
Y cuando salimos de allí, fuimos a visitar la casa de la que había sido nuestra guía hasta Niumbili. De camino, pasamos por un cine club que había en el barrio. No penséis que era algo más allá de una casa con una tele grande y un buen equipo de sonido. En la pizarra de la puerta, la programación del día, que incluía un pase a partir de las 22.30 “sólo para adultos”.
Y al llegar a la casa, una típica estampa. Una mujer que parecía bastante anciana, con un bebé recién nacido en los brazos. La abuela cuidando de la nieta. O quizá la bisabuela, quién sabe. Y ella nos relató la situación que la tenía en vilo. Trabaja para la cooperación española, y están luchando para mejorar su situación laboral. Les aplican las desventajas de trabajar para una entidad española, y las desventajas de trabajar en Guinea Ecuatorial. La bandera del suelo que pisan parece cambiar según de qué se trate. Lleva 30 años trabajando para ellos, y su sueldo es de 110.000 FCFAs (155 €). La jefa del centro cultural se embolsa 3.000.000 FCFAs al mes (4500 €), gracias a las primas por trabajar en una denominada “Zona de peligro”. Ja.
Llevan tiempo luchando para que les mejoren el sueldo, incluso hicieron una huelga (aquí esa palabra casi ni se conoce, la constitución no recoge ese derecho). Dice que todos los meses le quitan en España un dinero que no sabe qué pasa con él. Hasta donde yo sé, desde España se intenta que las personas que trabajan para la Institución cobren un dinero justo. Quizá unos 700 €. Ese gran parte que se queda por el camino, no creo que corresponda a la retención, ni a la seguridad social de España. Y aunque así lo fuera, ¿creéis que esta mujer algún día cobrará una jubilación procedente de España?
Salimos de la casa, y volvemos hacia la nuestra. De nuevo, por la calle principal de Niumbili, vamos dejando atrás todo tipo de negocios: peluquerías, estudios de informática, academias. Pero nada se parece a lo que os podríais imaginar. No me atrevo a sacar la cámara en este sitio: primero, porque no se iba a ver nada. Segundo, porque resulta hasta obsceno tomar imágenes de aquello. Esto no es un safari.
Al volver, Edmundo me cuenta que hace unos meses, en una zona que denominaron el cruce de la muerte, había unos chicos que asaltaban a algunos de los que pasaban por allí. Dos semanas tardaron los militares en desmantelarlos. Alguna cosa buena tenía que tener el control policial que vive el país.
No sabría resumir las sensaciones que me deja la visita de ayer. Vuelvo a repetir, y así me lo confirmaba Jesús, que cuando uno atraviesa la puerta de una de estas casas, cree aparecer en otro sitio, porque los interiores están a años luz de las callejuelas en cuanto a salubridad y comodidad. Y es cierto que aquí la gente vive con toda la dignidad que les permite su situación Pero aún así es bochornoso que a sólo 200 metros de este barrio, esté Malabo 2, la zona que se ha construido para lavar la imagen de la ciudad. ¿Os parece coincidencia? No lo es. Los grandes edificios y hoteles, tapan, literalmente, Niumbili. Y así, para las autoridades, el problema desaparece.
Me acordaba de los españoles con los que celebraba antes de ayer el Mundial. Seguro que en los dos o tres años que llevan muchos en Malabo, no han puesto un pie en este barrio. Lo que viven ellos es muy diferente a todo esto.
Vaya testamento os he escrito hoy! Había pensado partirlo en dos entregas, pero me parece importante que lo podáis leer del tirón. Hay demasiada realidad aquí como para poder encerrarla en sólo una página.
¡Un saludo desde esta otra parte del mundo!
Hola Jorge,no sabes la envidia que me da leer tus comentarios, menuda experiencia, única!!!! como tu dices esto te va a cambiar la vida, hace falta mas gente que como tu invierta su tiempo, cuanta gente lo necesita!!!! Un beso muy fuerte. Tatiana
ResponderEliminarMadre mia, es duro. Pero es sorprenderte que a pesar de las situaciones tan duras y precarias que viven, siempre estan dispuestos a acogerte, ofrecerte una cerveza y todo lo que tengan. Cuantas veces nosotros aqui teniendo todo tipo de comodidades preferimos quedar en un bar para que nadie traspase la barrera de nuestra casa, y ellos en cambio te abren las puertas de par en par.
ResponderEliminarUn besito, ana.
Hola Jorge, te sigo desde Logroño, al tiempo que preparo el campamento con los niños, les contaré algo de Guinea y de Jorge, seguro. Me alegro que estés viviendo esa experiencia con ánimo y seguro que aportando mucho. Aunque al final la experiencia es interior de cada uno. Tendrás oportunidad de contarlo a tu regreso aquí en Logroño, tanto el Gobierno de la Rioja con el programa Jóvenes solidarios, (ya te contaré) y el Coordinadora de ONG, tienen previsto actos con los que estáis teniendo la experiencia. Mucho ánimo. Misionero. Juanjo P.
ResponderEliminarEy, Tatiana! Ya sabes que si esto te da envidia, el año que viene te espera Guatemala!! No hay problema! No, la verdad es que romper un poco de golpe es algo que todo el mundo debería hacer alguna vez en la vida.
ResponderEliminarSi, Ana, eso ya sabes que no falta, la apertura de todo el mundo, el invitarte a pasar, sentarte, y tomar algo. Eso siempre.
Vale Juanjo, a la vuelta intentaremos hacer llegar esto a todo el mundo que sea posible!
Un abrazo a todos!
Cortijo
ResponderEliminarNo tengo palabras, solo se me encoge el estómago.
No he entendido dónde se escapa el dinero
Un abrazo muy muy fuerte
No es que no lo hayas entendido, es que yo tampoco lo sé. Ahora, este país parece un queso gruyere, no hay más que agujeros por donde se escapa el líquido...
ResponderEliminarMe alegra leerte corti, un besote